martes, 18 de abril de 2017

Tiempo muerto.

Asomada a la ventana del olvido
cantas a una golondrina de pétalos de primavera.
Traviesa, juega al escondite con su sombra.
Aletea sobre el rubor de un cielo inmóvil,
sobre las fauces con las que el viento
muerde las hojas de un abril marchito.
Bate sus alas y dibuja el pestañeo que tardó la vida en marcharse,
libre y sabiéndose deseada.
Se aleja hacia el horizonte,
anhela ser infinita.
La lluvia desafina y cesas tu canto mientras el horizonte se funde con la valentía del ave que se atrevió a soñar.
Cae la ceniza de
    un instante
         consumido
                    por
                        el
                      horizonte.
El cielo, el viento y tus pupilas resguardadas tras el frágil cristal analizan cada detalle y aplauden sin cesar.
Comienza el canto,
saciado de infinito,
de la golondrina del tiempo.
Es libre,
como la vida.
Se desvanece,
como el instante.
Nunca dejará de ser eterna.