martes, 9 de enero de 2018

Silencio.

La herida del silencio en el alma no cicatriza,
la belleza de la flor marchita el ruido,
el temblor de la oscuridad enciende el miedo.
El amanecer asesinó la infinitud del firmamento
el día en que los ruiseñores enmudecieron.
El eco no reconoció su voz en mi pecho moribundo.
Los espejos nunca han reflejado lo que siempre seré.
El día que el compás de las horas me adormezca
la música brotará de mi ser.
Las cenizas del sonido danzan
entre los huecos que deja el viento
y los poemas gritan poseídos
por lo inaudible del caos.
El olvido no sueña por las noches
y a la locura se le antoja el insomnio.
La locura se cura con el tiempo pero no descansa.
El tiempo se detiene con locura porque nunca tuvo prisa.
El mundo se está acabando para los cuerdos
y mi cuerpo errante embiste segundos
y el tictac en mis entrañas ya no ríe.
La herida del silencio es capaz de parar el tiempo.
La flor es eterna en un instante,
pero volátil,
como el universo,
cuando la oscuridad crece
y el miedo paraliza
al todo y la nada
que se desvanecen
en el fugaz momento
en que tú callas.