sábado, 26 de octubre de 2019

Fluir.

Necesito desnudarme.
Arrancarme con mimo el disfraz de mí.
Lanzarme al vacío que empieza cuando termina lo superficial.
Acariciar las irreales moléculas que dan vida a mis crisis existenciales.
Asomarme a las rendijas de las puertas entreabiertas en mis entrañas
y dejar de permanecer inmóvil esperando a escuchar mi nombre.
Necesito desnudarme,
profundizar.
Llegar al núcleo,
charlar conmigo y
empaparme de intimidad.
Necesito ensuciar todo de la pureza que persigo,
huir correteando de las expectativas,
esconderme de la ansiedad
y renegar de la obligación de verme libre.
Detesto pasear conociendo la ruta
y no permitirme tropezar con las mismas piedras en el camino,
por eso planeo aprovechando las corrientes de aire,
sin rumbo.
Anhelo tomar las riendas de mi universo
para poder renunciar a ello
y mecerme entre átomos
naufragando a merced del destino
en cualquier sensación desconocida.
Necesito desnudarme,
llegar al núcleo,
detonar,
reconstruirme
y volver a detonar.
Necesito manchar todo de mí (con lo mal que sale eso).
Necesito perderme en los agujeros negros de mi galaxia y encontrarme arropado por mi instinto.
Necesito dejar de necesitar todo lo que necesito.
Necesito fluir,
arrancarme con mimo el disfraz de mí,
pero tengo miedo.

miércoles, 3 de julio de 2019

Bebería de mí

Camino con paso firme hacia la inanición emocional.
Tengo hambre de enredaderas en las costillas
y sed de mí.
La desidia ha conquistado los vértices de mi mente
y se acumula polvo en los rincones de mi universo.
Mendigo un bocado de ilusión
que me recuerde lo que es vivir
pero me atraganto con la indiferencia
de un mundo que ni comprendo,
ni hace por entenderme.
Veo ojos juzgándome constantemente por no saber ser yo
mientras nadie sabe ser nadie y todos aparentan saberlo.

Camino con paso firme hacia la inanición emocional.
Rebaño las migajas del amor que un día me poseyó
pero se clava en mis encías el olvido.
Mi escuálido corazón  supura nostalgia
de todo aquello que pudimos haber sido
y las fugaces tiritas carnales que me pongo
no consiguen mejoría.
El tiempo zarandea los sentimientos anudados en mi garganta
y el viento hiela los restos de tu voz en mis oídos,
aunque el calor de allá afuera me recuerde al infierno.
El hilo de la camisa de fuerza que ata mis pensamientos
tiene un tacto familiar, pero escuece.
Te quiero libre y me quiero libre contigo,
pero al alejarte estiras de nuestro hilo rojo
y la camisa de fuerza no me deja respirar.

Camino con paso firme hacia la inanición emocional .
Pero de vez en cuando, me paro y te busco,
aún sabiendo que ya no estás.
Camino con paso firme hacia la inanición emocional,
pero de vez en cuando, me paro y me busco,
aún sabiendo que estoy aquí,
solo.

Camino con paso firme hacia la inanición emocional.
Tengo hambre de enredaderas en las costillas
y sed de mí.
Pero de vez en cuando me paro y nos busco,
habiendo bebido de las aguas de un destino caprichoso,
desnudos de soledad y locos de libertad.
Habiéndonos despojado de las camisas de fuerza
y con un hilo rojo entrelazando nuestras carcajadas.
Y nos encuentro,
es un oasis que alimenta mi imaginación
y que hace añicos mi esperanza cuando me despierto.

Camino con paso firme hacia la inanición emocional.
Bebería de mí,
pero estoy vacío.








domingo, 24 de marzo de 2019

Cien gaviotas dónde irán

El piar de días venideros suena desacompasado
y en mi sien martillea sin piedad la incertidumbre.
Lo poco que queda de mí se desliza entre mis dedos.
Un puñado de arena negra se desvanece
y cae lentamente en el lugar en el que un día me perdí.
Han deforestado el bosque en el que crecía la ilusión de un niño,
y ya no sé dónde puse los pedazos de alma
que me señalaban el camino.

No recuerdo cuánto llevo lejos de lo que fui
ni el tiempo que anduve.

Mientras me buscaba,
he encontrado un retrato abstracto de la humanidad
haciendo equilibrios en las costillas de un niño desnutrido.
El peso del dolor sobre los hombros
no deja que mire el cielo
y en los ojos de ese niño solo veo sombras.
Quiero escapar del océano de desesperanza en el que trato de sobrevivir
pero está lleno de cadáveres de lo que pudo ser una vida mejor.

No recuerdo cuánto llevo lejos de lo que fui,
ni el tiempo que llevo nadando.

El frío se hace eterno sin unas manos que abriguen los sueños
y el cielo oscurece cuando la soledad llena de vacío mi cuerpo.
¿Dónde irán las cien gaviotas que un día volaron a mi lado?
¿Dónde irán?