viernes, 28 de septiembre de 2018

Catatónico.

La impotencia de unas manos marchitas por el dolor
y la resignación de un corazón destrozado por el amor cuando acaba,
son la distopía en la que vivo.
Los árboles de este otoño
envuelven el mundo de tristeza
y la lluvia ya no huele a tus caricias.
Los gatos dejaron de andar colgados cuando 
la última tormenta golpeó mis lacrimales.
Aún no sé cómo viven las hormigas
pero salen de mi pecho con nuestros recuerdos a la espalda,
para pasar el invierno
o para que yo lo haga,
no estoy muy seguro.
Las mariposas muerden las paredes de mi estómago
mientras gritan por su libertad.
Me consumo con alevosía por las noches
y por el día
lloro entre las cenizas de lo que fuimos.
Se ríen las estrellas que me envidiaban
cuando conseguía que se te iluminaran los ojos.
Ahora brillan más que nunca
y yo me fundo.
Me prometí pintar de vida todos tus amaneceres
y te llevaste mi luz.
Ya sólo escucho el murmullo del árbol en el que nos cobijábamos
repitiendo tu nombre una y otra vez.
Me prometí regar las flores que crecen en tus sueños
y los míos se llenaron de chatarra.
Creo que nunca he sabido lo que hacía.
Me prometí no dejar de luchar por tu felicidad
y ya no sé cómo hacerlo por la mía.
Me prometí quererte
y se me olvidó quererme a mí.
¿Por qué no me enseñaste a despedirme?