lunes, 2 de marzo de 2020

Canción de cuna.

Llevo cuarenta días en esta cama de espinas.
En mi corazón un cartel de no molestar
y un nudo de pensamientos negativos en mi garganta.
Tengo mil demonios saltando sobre mi esternón.
El temblor de mis manos al escucharme por dentro se descontrola
y el cansancio crónico de una mente descarriada taladra mis ilusiones.
Tengo miedo a la soledad
porque significa quedarme conmigo,
y no me aguanto.
Hago diosas a mortales cada fin de semana
pero una palabra suya nunca basta para sanarme.
Me duelen los párpados de no ver para creer
y se me enquista la intensidad en el ventrículo izquierdo.
Me he acostumbrado a vivir en un drama constante
y ya no puedo quitarme la máscara.
Mis piernas flaquean cuando quiero caminar hacia la salida
y mis entrañas chirrían queriéndome gritar que no soy capaz.
Noto una respiración acelerada que cada día me susurra al oído:
"no te levantes de la cama".
La ventana de mi cárcel interna tiene la persona persiana rota
y no puedo pintar con palabras lo bonito que es vivir.
Hace días que los narcisos no crecen de mi sangre
porque dentro mío solo existe odio.
Tatúo en mi relato vital mensajes inconexos
que supuran un vacío insoportable.
Las horas pasan más lento cuando el sol se apaga
y no duermo por las noches por si no despierto.
Las horas pasan más lento
cuando el sol se apaga
y no duermo por las noches
por si no despierto.
Las horas
pasan más lento
cuando el sol
se apaga
y no duermo
por las noches
por si no
despierto.
Las
horas
pasan
más
lento
cuando
el
sol
se
apaga
y
no
duermo
por
las
noches
por
si
no
despierto.