martes, 12 de abril de 2016

Seamos.

Vago por pasillos intrapersonales,
recorriendo cada milímetro de este laberinto emocional
con una minuciosa superficialidad,
sensatamente fuera de mis cabales.
Omnipotente conciencia mía,
que cansada de hablar sola consigo,
deja yermos campos de trigo,
en los que mi sentido de la ética crecía.
Soy atormentado hidalgo,
y busco saciar mi sed de conocimiento,
asomándome vertiginosamente al abismo de mis adentros
con esperanza de encontrar resquicios de algo,
sea cordura o una pizca de locura
para seguir sintiéndome vivo
y nada, una vez más.
Silencio.
Otra vez.
Silencio.
Vamos, entra de una vez en esta cárcel cerrada a cal y canto.
Otorga vida a este cadáver funcional.
Sé tenue luz entre tanta oscuridad.
Y cura de mis paredes las grietas del llanto.
Nunca nadie vio este mi laberinto como un paraíso terrenal,
nunca nadie hizo que me percatase de que cada uno de mis atormentados ojos es un ventanal,
nunca nadie hizo que fuese más yo
y disfrutara de ello.
Alas son lo que me das.
Déjame dormir si esto es un sueño.
Anda, despierta, vayamos a volar.
Mírame una vez más,
Anuda tus pupilas con las mías.
Seamos locos de atar.


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