domingo, 9 de diciembre de 2018

Psique

Caminando por los pasillos de la mente
descubrí que no iba a encontrar salida.
Pero seguí paseando.
Imaginé mil puertas a ninguna parte
y otras tantas de las que no tenía llave.
Así que huí,
corrí.
Me recorrí,
pero no me conocía.
Me pregunté por qué el frío parecía calor en alguno de mis sueños
y el universo siempre me hacía pequeño.
Me odié
y odié cada uno de mis miedos,
siempre acechando todo aquello que podría conseguir.
Busqué donde habitaba el olvido
para ver si encontraba lo que un día fui.
No lo encontré.
Así que huí,
corrí.
Me recorrí,
pero no me conocía.
Tuve que seguir paseando.
Entonces la vi.
Cómo volaban sus pupilas y las mías
entrelazando su aleteo,
cómo zumbaban las palabras que no fueron pronunciadas
en el paladar del silencio.
Qué fuerza la de nuestros corazones
latiendo
y la de aquel aliento
escapando de su prisión alveolar.
Cuan fugaz fue el instante
en el que mi mejor idea se cruzó conmigo
y decidió pasar de largo.

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