miércoles, 12 de agosto de 2015

Un grito al vacío.

Sin alma y sin corazón.
Un remolino de aves de gasolina y bidones de papel.
Una corriente desbordada y cicatrizante que no termina.
Un callejón sin salida.
Un intoxicado y acogedor amanecer.

Ando muerto preso de la vida.
Quiero quemar mis recuerdos,
convertir todo en ceniza.
Corto con un lápiz afilado mis venas de papel.
No me queda otra,
sobrevivo a la vida con tópicos y versos cargados de sentimentalismo.

Deslizando mi agonía entre flor y flor.
Me cansé de escribirle a la luna
y me ahogué en un mar sin olas.
Respiro por placer aunque no lo necesito.
Necesidad, algo relativo.
Un grito al vacío si te sientes perdido.

Me quiero, no me quiero,
me quiero, no, no me quiero.
Arranco pétalos de las flores que cargan con mi agonía.
Cada letra que escribo es un atisbo de aire en mis pulmones,
un atisbo de satisfacción,
de vida.
Me desahogo sin lágrimas porque no he aprendido a nadar,
ni en agua ni en tinta.
Te necesito, relativamente sí, pero lo hago.
Te busco y me pierdo.
Grito.

(Un placer trabajar contigo Cristina, eres una artista. Mil gracias.)

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