Aguantando a que pase el invierno,
como un peñasco,
con ganas de tu corazón de mimbre,
el mío embarrado y muerto de asco,
Pensé en hacerte una cenefa a besos,
pero al ser tan torpe y tonto,
me quedé en escribirte estos versos,
descafeinados como tus ojos,
tu sonrisa que no se esconde,
o tu pelo que vuela como los cien pajaros,
que me haces tener en la cabeza.
Desgastado de andar por el suelo,
decidí también,
que quería volar como ellos.
Y aterricé en tus caderas,
que se movían como las alas de tanta ave,
y planeaban un ataque por sorpresa,
para asesinar al alba,
y que la noche no acabará nunca.
Y ya por la mañana.
podrías poner el mantel y quedarte a mi lado,
que mis manos quieren comerte a ti,
y estoy seguro de que no me sabrías a poco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario